Hemos sobrevivido a tres calurosos meses romanos sin nevera, ha sido una experiencia que no quiero repetir pero que me ha enseñado a valorar más que nunca el frío... mucho más que cuando te estas asando de calor en pleno agosto y piensas en un aparato de aire acondicionado, muchísimo más que cuando estas de camino a las pistas de esquí y esperas que haga suficiente frío para mantener la nieve estupenda más tiempo... ¡¡mucho más que nunca!!
Hoy a vuelto nuestro "frío artificial", así que mañana podré desayunar de nuevo en casa ¡sin encontrar la leche convertida en queso!
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