Esas tapas para los vasos de café, que en América usan tanto y hacen tan bien... tan herméticas, esas que conocimos en el viejo continente gracias a Starbucks y que algunos intentan imitar. Aquí, bajo de la ofi, me ponen el capuccino para llevar, y la triste tapa de plástico finísimo no aguanta ni dos pasos. No se si será la tapa, o mi habilidad para hacer caer cosas, pero el capuccino nunca llega entero al décimo piso.
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