Cuidado en cada detalle, con un gusto exquisito, por sus propietarios, una pareja de fraceses tremendamente amables y serviciales con un bebé que empieza a moverse a trompicones por la casa y te alegra la recepción. Tan solo cuatro habitaciones, únicas y especiales, cada una con su estilo propio, y con su nombre propio, ya que han decidido ponerles nombres y diferenciarlas así. Yo estaba en la Aglaé, y era estupenda. Y tuve la posibilidad de ver también la Louise. ¡Dos maravillas!
Sin olvidar el patio interior, una mezcla de decadencia, aires vintage y decoración de alto nivel. El desayuno puedes tomarlo en este patio, o en el salón si el tiempo no es muy bueno. Café recién hecho por la propietaria y por supuesto ¡croissant aun calientes!
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